Discurso pronunciado por el Sr. D. José María Bengoa Lecanda con motivo de su investidura como doctor honoris causa por la Universidad de Alicante
TRAS LA RUTA DEL HAMBRE
Este recorrido del Dr. José María Bengoa Lecanda durante siete décadas dedicadas a la nutrición social desde Venezuela para el mundo, se expresa en sus propias palabras, en el discurso: “TRAS LA RUTA DEL HAMBRE”, con motivo de su investidura como Doctor Honoris Causa conferido por la Universidad de Alicante el 28 de enero de 2004, en el sintetiza su fructífera labor.
Agradecimientos
Al agradecer a la Universidad de Alicante la honrosa distinción que me ha concedido, debo hacerlo con la modestia que corresponde a un médico que, de lo que más se enorgullece, es de haberlo sido de una comunidad rural tropical hace 65 años. En la decisión de las autoridades de la Universidad de Alicante para concederme esta distinción, sin duda alguna ha sido importante la amistad que me une a algunos de los profesores del área de Salud Pública, tema al que he dedicado toda mi vida. Gracias, pues, a todos aquellos que han promovido esta iniciativa y en especial a la Escuela Universitaria de Enfermería que ha dado todo su apoyo para que se realice este acto. El que fuera hace años Rector de la Universidad de Alicante, el Profesor Ramón Martín Mateo, tuvo con anterioridad el mismo cargo en la Universidad del País Vasco. Mantuvimos una buena amistad y largas conversaciones tanto en Bilbao como en Caracas. Ambos acariciábamos la idea de crear en la Universidad del País Vasco una Cátedra “Simón Bolívar”, destinada al estudio y difusión de los valores y la historia latinoamericana. Se firmó incluso el protocolo de acuerdo con el Ministro de Estado de Venezuela, pero finalmente, al dejar su cargo el Profesor Martín Mateo, la hermosa iniciativa se desvaneció.
Con mucha simpatía he oído las amables palabras del Profesor Josep Bernabeu Mestre, prolífico escritor de historia de la Salud Pública que ha sabido analizar los verdaderos entresijos de la Salud Pública en la España de los años 30 del siglo pasado. Gracias, Josep, por tus entrañables palabras. Primero con el Profesor Martín Mateo, y ahora con el Profesor Bernabeu y la Profesora Encarna Gasón, se ha creado y fortalecido este lazo de unión entre Bilbao, Caracas y Alicante.
BIOGRAFÍA
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Recuerdos de Bilbao
En mi largo exilio, la imagen de la ciudad donde nací fue una constante nostálgica. Mi infancia se desarrolló en Bilbao en una familia de comerciantes de clase media, con profundas raíces religiosas, entre una sociedad minoritaria opulenta y un proletariado mayoritario en condiciones de vida muy pobre. Durante las últimas décadas del siglo XIX y primeras del siglo XX, Bilbao tuvo un desarrollo industrial extraordinario, junto con la tasa de mortalidad más alta de Europa. Este contraste, seguramente no se dio de forma tan intensa en otros lugares.
Bilbao había sido tradicionalmente una ciudad (realmente una villa) comercial que llevaba un curso de desarrollo normal, acaso un poco acelerado, donde vivía una clase media envuelta en el torbellino de las luchas internas entre liberales y absolutistas. Pero la explotación del hierro a gran escala en la segunda mitad del siglo XIX trastocó totalmente la vida bilbaína, creándose una gran riqueza, pero generándose simultáneamente un problema social de gran magnitud.
Las familias ricas, las muy ricas, se fueron a vivir a la zona residencial del Abra (Neguri, Algorta, etc.). Los obreros mineros prosperaron y se incorporaron a una clase trabajadora sindicalizada que, a costa de huelgas y conflictos lograron superar en parte su pobreza. La Escuela de Ingenieros, la Universidad de Deusto, que desde principios del siglo XX formó a economistas pioneros en Europa, y las Escuelas de Artes y Oficios que enseñaban matemáticas y dibujo, que se extendieron por muchos municipios de Vizcaya, fueron sin duda los pilares de un nuevo Bilbao de clase media y obrera cualificada que trabajaba sin descanso, y que gozaban con una buena comida acompañada de abundante vino. Todo ello en una atmósfera de profunda religiosidad y de respeto y cumplimiento hacia las costumbres tradicionales.
A principios del siglo XX no faltaban, sin embargo, las huelgas y los conflictos que alteraban por unos días la paz. Miguel de Unamuno se dolía, a principios del siglo XX, de los conflictos que padeció Bilbao en esa época. En la escuela pública a la que asistí nos juntábamos la clase media y la clase pobre. No recuerdo los nombres de muchos de los compañeros de clase, pero sí los apodos. Uno era el cojo, otro el manco, el de más allá el cabezón, otro el bizco, etc. Todo ello como resultado de las secuelas del raquitismo, la osteomielitis, la tuberculosis ósea, las fracturas mal tratadas, y otros procesos dominantes en la época.
Al pasar al bachillerato, la mezcla social era ya de clase media con la alta. En todo Bilbao y Vizcaya había un solo instituto de enseñanza media y cuatro colegios religiosos. El nuevo Instituto “Miguel de Unamuno”, en el ensanche de Bilbao, se inauguró el año 1926. Cuando ingresé en el cuarto año de bachillerato, se decretó por primera vez la reválida del bachillerato, y había que elegir desde cuarto año el “ir por ciencias”, o bien “ir por letras”.
Siempre he lamentado esa época en la que perdí la oportunidad de conocer algo de Historia del Arte, Literatura, Lógica, Principios de Filosofía, y otros conocimientos humanísticos. Durante tres años, nuestras materias de estudios fueron exclusivamente Matemáticas, Biología, Física y Geología ¡Qué clase de bachilleres íbamos a ser sin saber qué es un verso, una pintura, una catedral, y sin saber quién era Bacon, Kant, Velázquez, Unamuno, Calderón, Lope de Vega y tantos otros! Fueron tres años perdidos que nunca llegué a recuperar del todo a lo largo de noventa años de vida. ¿Por qué no haber legislado un bachillerato con acento en ciencias o letras, pero manteniendo al menos un 30 ó 35% para una formación más completa frente a la vida?. Cuando fuimos a Valladolid a hacer la reválida de ciencias éramos unos pobres imberbes que apenas sabíamos lo que era el binomio de Newton, la clasificación de los reptiles, las leyes de Arquímedes y los volcanes de Centro América. El examen escrito duró cuatro horas ante tres profesores universitarios que no habíamos visto nunca. Yo creo que aprobé de milagro.
Estudios de Medicina
Decidí estudiar medicina en Valladolid, y por primera vez me puse un traje de pantalón largo.
El primer día de clase en la Facultad de Medicina consistió en la disección de trozos de un cadáver. Nunca entendí bien por qué el comienzo de los estudios de medicina se hace en las salas de disección, frente a la muerte. Pero no ante una muerte de cuerpo entero, solemne, global, de un ser que poco antes estaba vivo, sino de una muerte a pedazos, en trozos de cadáver, de seres desgraciados que nadie reclamó. Se inician los estudios de medicina viendo el detalle morfológico de músculos, tendones y huesos como un rompecabezas de trozos aislados, irreconocibles, por no conocer el todo a quien pertenecen. Pasarán varios años antes de explicar la vida, su misterioso funcionamiento, sus alteraciones en el desarrollo y las patologías más frecuentes.
Parece lógico que al joven que se inicia en una profesión, por la cual ha sentido una vocación de amor, en los comienzos se le hable de cómo nace la vida, cómo se desarrolla el feto en el seno materno según los códigos de la herencia materna y paterna, y cómo va a nacer un nuevo ser con una estructura ya formada, después de nueve meses de gestación. Así debería ser la lección del primer día de clase. Para suerte nuestra el profesor de anatomía, el Dr. Prieto, y el profesor de Anatomía patológica, el Dr. Costero, fueron excelentes maestros, tal vez los mejores en los primeros años.
Desde los inicios destacó como el alumno más aventajado Arsacio Peña, el más querido y admirado entre los amigos de entonces, actualmente profesor jubilado de la Universidad de Granada. Estando en segundo año se implantó la República Española que tantas esperanzas había creado. Todo el pueblo de Valladolid se echó a la calle, pletórico de entusiasmo y alegría; el mismo pueblo que cinco años después se lanzaría a la misma calle a tumbar al gobierno republicano y comenzar así la guerra civil que duraría tres años.
El invierno de 1932 fue muy frío, y nos confortábamos en casa de la patrona con un modesto brasero. Un día de febrero de ese mismo año llegué a casa con escalofríos y tos, y pensé que sería un simple resfriado. A medianoche tuve una hemoptisis grave que fue amortiguada horas después con la ayuda de un médico del Puesto de Socorro. Me diagnosticaron tuberculosis.
Yo veía mi vida truncada al tener que dejar mis estudios y perder al menos un año en la carrera. En Bilbao comencé la recuperación en reposo absoluto y buena alimentación, ya que en aquella época no había tratamiento eficaz contra esta enfermedad. Estuve varios meses de pueblo en pueblo, de altura en altura. Parecía que estaba casi curado cuando de pronto tuve de nuevo algunos esputos de sangre. Mi ánimo decayó y mis padres decidieron enviarme al sanatorio “La Fuenfría”, en la Sierra de Guadarrama, en los Altos de Cercedilla, a pocos kilómetros de Madrid. Allí permanecí ocho meses.
Los vascos que estudiábamos en Valladolid constituimos una Asociación, cuyo único objetivo era promover la creación de una Universidad en el País Vasco. Junto con Extremadura, eran las dos únicas regiones de España que no tenían universidad. No fuimos bien vistos, sobre todo por Falange.
Me nombraron presidente de dicha Asociación y tuve desagradables encontronazos. Los veranos de esos tres últimos años de carrera los pasé en el Hospital de Basurto, aprendiendo la práctica de la medicina con los Doctores Juan Viar y Justo Gárate. La violencia social y política se fue acentuando, hasta que el 18 de julio de 1936 prendió la mecha.
La guerra civil
En los primeros días de junio de 1936 concluí los estudios de Medicina. El 18 de julio del mismo mes se sublevó el ejército contra el Gobierno legalmente constituido. Fue mi bautizo como profesional de la medicina. Me incorporé desde los primeros momentos a la organización de servicios sanitarios. En dos meses organizamos una amplia red de puestos de socorro y hospitales. Esta organización nos permitió la atención de los heridos de guerra, tanto en el frente como en la retaguardia. Fue realmente un esfuerzo colosal, donde médicos, enfermeras, voluntarios, Hermanas de la Caridad y otros, realizamos una obra que fue elogiada por la Cruz Roja Internacional y numerosos visitantes.
En febrero de 1937 publicamos una memoria sobre esta experiencia profesional y vital que fue altamente elogiada. Yo dirigí el texto escrito en varios idiomas. Fue una época triste, sobre todo para los que tuvimos que sufrir la guerra a la defensiva, lo que equivale a retroceder, correr y llorar. Al perderse Bilbao decidí pasar a Francia, para colaborar en la organización y gestión de las colonias infantiles de los refugiados vascos. Al cabo de un año en Francia decidí dar el salto a América: partí hacia Venezuela.
El salto desde Francia hacia Venezuela
Al cabo de un año en Francia decidí dar el salto a América: partí hacia Venezuela. A los tres meses de haber llegado a Caracas, el Ministro de Sanidad me nombró médico rural de Sanare, población del Estado Lara, a la que se llegaba en dos días en autobús. Sanare me pareció un pueblo detenido en el tiempo, con calles empedradas y desiguales por donde sólo transitaban caballos y mulas. El silencio era casi total. No había luz eléctrica. El casco de Sanare tenía unos 2.000 ó 3.000 habitantes, con más de cincuenta caseríos dispersos por el campo. Algunos se encontraban a una distancia considerable, requerían hasta cinco horas a caballo para llegar. La población total que atender era de 20.000 habitantes aproximadamente.
Yo vivía de asombro en asombro. La gente con la que conversaba, tanto en el dispensario como en la calle, era sumamente amable, con una sencillez conmovedora en las formas. Pocos tenían más de cuatro años de educación primaria, pero su conversación sobre temas históricos venezolanos era tan amplia y sutil que bien podría corresponder a personas con un nivel educativo superior.
Desde el primer día en el que acudí al dispensario médico, me percaté que las quejas de los enfermos que venían a verme, poco tenían que ver con lo que yo había aprendido en la Universidad de Valladolid y en el Hospital de Basurto (Bilbao). La patología tropical que dominaba en Sanare era muy visible, dramáticamente agresiva. Para mí se trataba de un diagnóstico difícil, teniendo en cuenta mi escasa experiencia clínica de los procesos dominantes y sin ayuda de un laboratorio. La disponibilidad de medicamentos específicos en Sanare era además muy limitada. Los antibióticos y sulfamidas no habían aparecido todavía.
Un día visité una embarazada en un rancho humilde, en las afueras del pueblo. Desde una esquina observé a un niño de 2 ó 3 años, con la mirada triste, la cara y el cuerpo hinchados y una piel en mosaico, como una quemadura rojiza. Me estremecí y le pedí a su madre que me lo trajera al dispensario. Pocos días después, al final de la consulta, apareció el niño hinchado con aparentes quemaduras y mirada triste que yo había visto en el rancho con su madre. Este cuadro no aparecía en los textos de medicina tropical. Pregunté su opinión a los enfermeros prácticos que me ayudaban en el dispensario. Me dijeron que la gente pensaba que era debido a parásitos intestinales. Lo primero que vino a mi mente fue la pelagra infantil, por las lesiones de la piel.
Los edemas, sin embargo, eran demasiado intensos. Tomé la decisión de preparar un viaje a Barquisimeto, capital del Estado Lara, donde estaba como director del Hospital de Niños un conocido pediatra. En esta ocasión llevé conmigo dos niños enfermos. El Dr. Agustín Zubillaga me informó que esos enfermos padecían de un síndrome pluricarencial por deficiencia de proteínas y acaso vitamínicas. Me dio las instrucciones necesarias para la realimentación de los niños.
El dispensario tenía un patio interior bastante grande, y pensé que con las instrucciones del Dr. Zubillaga podíamos tratar estos niños. Instalamos en ese patio unas colchonetas para que los niños desnutridos permanecieran de 8 a 10 horas, con el fin de que recibieran así la alimentación requerida. Las madres colaboraban en el trabajo. Hubo temporadas en las que el patio llegó a tener hasta 10 y 12 niños. Los enfermos se recuperaban en 3 ó 4 meses a la vez que las madres recibían la educación alimentaria apropiada. Así nació el primer Centro de Recuperación Nutricional, hoy extendidos por todo el mundo. Un día el Padre Quintana vino a visitar el Centro y me preguntó cuándo daba de alta a los niños: mi respuesta fue clara y sencilla: “cuando sonríen, Padre, cuando sonríen”.
Años después, en calidad de funcionario de la OMS, di un curso a médicos franceses en Marsella (1956) destinados a las colonias de África. Acogieron la iniciativa con entusiasmo, y fue de esta forma como se fueron extendiendo por todo el mundo los Centros de Recuperación Nutricional que tan buenos resultados están dando todavía, sobre todo en las emergencias.
Entre tanto, la vida transcurría en Sanare a un ritmo lento, monótono, pero lleno de vivencias pasadas que se recordaban sin cesar, cada vez más entrañables. Vivir en un pueblo aislado, sin electricidad, sin acueducto, sin automóviles, sin bicicletas (las calles empedradas hacían más difícil su uso), casi sin noticias del exterior, nostálgico de su pasado a pesar de ser igual al presente, podría parecer que conduciría a una cierta frustración. Nada de eso. Vivíamos modestamente, con sencillez casi monástica, pero las pocas cosas de las que disponíamos las gozábamos con mayor intensidad, en un ambiente de solidaridad y ayuda mutua.
Pero ante tanto silencio y tanta soledad mi pensamiento se hacía una serie de preguntas. ¿Por qué hay tanta paz en medio de tanta necesidad? ¿Cómo es capaz el ser humano de adaptarse a una vida de mínimos? ¿Por qué los hombres y mujeres tienen tanta capacidad de resignación que les permite ofrecer una apariencia de seres felices? ¿O acaso lo son realmente al no tener otras necesidades sentidas?.
De mi experiencia durante tres años en Sanare publiqué un libro ampliamente difundido, titulado “Medicina Social en el Medio Rural Venezolano”, dedicado al Dr. Santiago Ruesta, maestro y amigo, exiliado también, quien me enseñó a dar los primeros pasos en Salud Pública. Ese libro me abrió muchos caminos en mi vida futura. Cuando en 1960 me preguntaron en la India, en qué universidad había adquirido los conocimientos de medicina social, contesté con plena seguridad en lo que decía: “en la Universidad de Sanare”.
En la comunidad de Sanare identificó cuatro problemas sociales relacionados con la condición de salud de sus habitantes: la alimentación deficiente, la vivienda de ranchos de paja y piso de tierra, los salarios bajos y el déficit educacional. La presencia de estos factores hacía que las medidas preventivas y terapéuticas no tenían sino un valor testimonial de que algo se hacía, a sabiendas que los resultados eran muy escasos (Bengoa, 1940). «No conozco otro rasgo humano que sea tan dolorido como el de un niño con hambre: el cuerpo hinchado, lesiones en la piel como si fueran quemaduras, la mirada triste, acusadora.
Llamado a Caracas
En 1941 fue llamado a Caracas para organizar las actividades de nutrición a escala nacional. Fue nombrado jefe de la Sección de Nutrición del Ministerio de Salud y Asistencia Social (MSAS). Allí estuvo hasta 1946, cuando se le da el cargo de jefe de la División Técnica del Instituto Pro-alimentación Popular (IMPAP) de Venezuela y permanece allí hasta 1949.
En la década de 1940 a 1950 se crearon una serie de instituciones, entre ellas el Instituto Nacional de Nutrición (INN) y la Escuela de Nutricionistas y Dietistas, que adquirieron cierto renombre en América Latina.
Matrimonio y familia
En este período ocurre un acontecimiento muy importante para el Dr. Bengoa y es su matrimonio con Amaya Rentería. Sus hijos Miren Amaya, José María, Javier Rafael, Jon, Miren Argi e Iñigo; tuvo 16 nietos, 16 biznietos y 12 sobrinos, ese hombre de familia solía contar su experiencia en el largo recorrido por las regiones de Venezuela.
Investigación sobre necesidades nutricionales de los venezolanos
El Dr. Josè María Bengoa integra el grupo de profesionales que con su excelencia desempeñaron un papel fundamental en la historia de la nutrición en nuestro país. En 1945 con motivo de la Revolución de Octubre, este hecho político produjo importantes cambios en el ámbito de la salud. En 1946 se Funda el Instituto Nacional Pro-Alimentación Popular (INPAP). La Dirección Técnica la preside el Dr. Bengoa y la División Técnica la integran los doctores Rafael Cabrera Malo, Arturo Guevara, Pablo Liendo Coll y Fermín Vélez Boza. Luego se incorporan Werner Jaffe, Alfredo Planchard, Eduardo Páez Pumar, Otto Lima Gómez y Eduardo Rivas Larralde. Este equipo dentro de sus logros se encuentran “la expansión de los comedores populares, estudios dietéticos y fisiológicos, educación constante al pueblo, cursos para educación doméstica …para mejorar y abaratar la alimentación a los campesinos ª. Se crea el Consejo Interamericano de Educación Alimenticia (CIDEA) que durante cuatro años realizó una extensa campaña educativa y un Proyecto de Nutrición Comunitaria y Club de Nutrición en escuelas y liceos. Se elaboró un ambicioso Plan en el país, se crea el Instituto Nacional de Nutrición el 15 de noviembre de 1949 y la consolidación de los estudios de nutrición en el país con la creación de la Escuela Nacional de Dietistas de la Universidad Central de Venezuela el 2 de octubre de 1950, se funda una red de Comedores Populares y Escolares y se establece el Comité de Enlace con la FAO para la coordinación de la política alimentaría del país.
Desde la Dirección Técnica del INN, en los años 50, analiza las características de la dieta del venezolano, destacando sus principales deficiencias. Le preocupa la disponibilidad de alimentos y la necesidad de disponer de “un buen almacenamiento. Se desarrollan fórmulas infantiles y los primeros ensayos para la elaboración de un producto destinado a los preescolares desnutridos llamado Producto Lácteo (PL), proyecto donde participa el Dr. Werner Jaffe. El 18 de noviembre de 1951 se celebró por primera vez el Día Nacional de la Alimentación.
La creación del Instituto Nacional de Nutrición en 1949 supuso un cambio importante en la filosofía de la atención nutricional en el país. La División Técnica, pasa a ser el centro de las actividades, y los comedores su apéndice de acción social. Se calculan, por primera vez, los requerimientos calóricos de la población venezolana., hojas de balance de alimentos, tabla de composición de alimentos y un plan de acción. Se desarrollan fórmulas infantiles y los primeros ensayos para la elaboración de un producto destinado a los preescolares desnutridos llamado Producto Lácteo (PL), proyecto donde participa el Dr. Werner Jaffe. El 18 de noviembre de 1951 se celebró por primera vez el Día Nacional de la Alimentación.
En iniciativa conjunta del Instituto Nacional de Nutrición y la empresa privada, con asesoría de la FAO, funda el Comité de Lucha contra la Desnutrición (COLUDE), antecedente histórico de la creación, décadas después, de iniciativas para la mejora de la nutrición y que fueron asumidas por la empresa privada dentro de sus esfuerzos de responsabilidad social empresarial. En 1953 es doctor venezolano en Medicina acreditado por la Universidad Central de Venezuela. Desde entonces comienza a sentar las bases de una política nacional de alimentación y nutrición. Asesora a Cordiplán en los años 60 y promueve el Consejo Nacional de la Alimentación en 1995.
En junio de 1950 se inició la publicación de la revista Archivos Venezolanos de Nutrición y su primer editor fue el Dr. Werner Jaffé. En esta época, también se inicia la publicación de la Serie Monográfica “Cuadernos Azules” del INN: Hojas de Balance de Alimentos, la Tabla de Composición de Alimentos y los Valores de Referencia de Energía y Nutrientes para la población venezolana.
Junto a otros calificados científicos latinoamericanos, fue uno de los fundadores de la Sociedad Latinoamericana de Nutrición (SLAN) en 1965. En este año, el INN transfiere la revista Archivos Venezolanos de Nutrición a la recién fundada SLAN, que continua su publicación con el nombre de Archivos Latinoamericanos de Nutrición.
Después de organizar la III Conferencia Latino Americana de Nutrición en 1953, el Dr. Josè María Bengoa fue llamado a colaborar con la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Ginebra en 1955, de esta experiencia comentaba “cuando comencé mis actividades en la OMS, había un hiato evidente entre investigación en nutrición y la salud pública”.
Actividad internacional
En 1955 la OMS solicitó al Ministerio de Sanidad de Venezuela la posibilidad de trasladarme a Ginebra e iniciar acciones de nutrición en Salud Pública a nivel mundial. Era una tarea ambiciosa y casi imposible de cumplir, sin más recursos que mi modesta experiencia. Acepté el reto, y de paso pude visitar a mi familia de Bilbao después de 18 años de exilio.
La oportunidad de comenzar a hablar de “nutrición en salud pública” se presentó en un curso de nutrición que organizó la FAO en Marsella en 1956 para médicos franceses que trabajaban en las colonias de África. Preparé un documento titulado “Esquema de Nutrición en Salud Pública”, en el cual desarrollaba de forma resumida la responsabilidad de los servicios locales de salud pública frente a los problemas de nutrición. En cierto modo, mi tarea consistió en hacer un puente que comunicara la ciencia de la nutrición con la salud pública.
En esa época, en los círculos internacionales de las Naciones Unidas se hablaba casi exclusivamente del “kwashiorkor”, el síndrome de desnutrición grave que había sido descrito por Cecily Williams en 1935, y que yo había detectado durante mi estancia en Sanare en 1938. Durante el curso que impartí en Marsella, al cual acabo de hacer referencia, en mi intervención sobre “Nutrición en Salud Pública”, señalé la utilidad que podían prestar en las áreas de alta prevalencia de desnutrición grave los centros de recuperación nutricional, poniendo como ejemplo Sanare, el lugar donde lo pusimos en marcha por primera vez y con éxito. La idea fue bien acogida y ampliamente difundida en varios países africanos. El ahorro que ello suponía al reducir los casos de hospitalización era evidente.
En aquella época no había un modelo establecido sobre la forma de obtener información acerca de la magnitud del problema de la desnutrición grave y moderada en los países afectados, por lo que todo dependía de la capacidad de gestión y de la iniciativa de cada uno de nosotros. En algunos países se pusieron en marcha programas efectivos, y gracias a ellos la prevalencia de las formas graves de malnutrición (kwashiorkor, marasmo nutricional) han disminuido notablemente, salvo en zonas de conflicto o catástrofes naturales. Trabajé durante veinte años en más de 60 países de Asia, África y América Latina. Lo que predomina hoy en estos países es la desnutrición crónica pluricarencial, es decir, una deficiencia calórico-proteínica asociada a varias deficiencias de micronutrientes (hierro, yodo, vitamina. A, y otros nutrientes). El signo dominante en la desnutrición crónica pluricarencial es la talla baja.
En 1971, en una reunión internacional que tuvo lugar en Boston, sugerimos que la talla del niño de 7 años se tomara como indicador de la desnutrición crónica y la historia social de una comunidad. Entre otros argumentos, señalábamos que este indicador estaba estrechamente relacionado con el índice de desarrollo socioeconómico elaborado en Ginebra. Este estado de desnutrición crónica es el más grave que confrontan hoy los países en desarrollo, porque en el fondo es un proceso de adaptación, irreversible en muchos de sus parámetros. Por lo tanto, tiene un mal pronóstico si nos atenemos a las posibilidades de mejorar la generación actual. Ahora bien, el problema es mucho más grave que un simple subdesarrollo. La talla baja por razones nutricionales o socioeconómicas esconde una patología total de subdesarrollo físico y funcional, con repercusiones en el desarrollo social.
Un niño que ha padecido en los primeros años una desnutrición grave puede presentar al cumplir cuatro años la talla de un niño de tres años, el perímetro torácico de un niño de dos, un perímetro cefálico de uno de año y medio, una capacidad de lenguaje de un niño de 14 meses, y un peso y una conducta motora de un niño de un año (Ramos Galván). Un niño de seis años que a primera vista aparenta tener tres a causa de su retraso físico, no es evidentemente comparable en su conducta, en su psicología y en su capacidad de aprendizaje, a un niño normal de seis años, pero tampoco a un niño de tres. Es un ser distinto, con sus propias características biológicas y de conducta, con una organización intersensorial difícil de encuadrar estrictamente en una edad cronológica.
Hambre de Pueblos
La expresión hambruna -hambre de pueblos-, se está simplificando y reduciendo a un problema de carestía de granos. La gran mayoría de los países en desarrollo viven de granos, es decir, de cereales y leguminosas. De hecho, la política comercial internacional se juega a nivel de intercambio de granos. El trigo, el maíz, el arroz y la soja junto con algún otro producto constituyen hoy el arma estratégica más formidable que amenazan a pueblos y continentes. Jamás antes en la historia, los alimentos tuvieron tanta importancia política. Los diplomáticos americanos y rusos dedican más horas al problema de intercambio de cereales y soja, que a otras actividades aparentemente más acuciantes. Quien quiera seguir el drama de los países con hambre, tendrá que seguir el “barómetro” de los intercambios internacionales de granos. Ahí encontrará la clave de las miserias y de las dificultades de un mundo desigual, sujeto a las presiones que se pueden ejercer para lograr alimentar a sus poblaciones.
Hemos pasado un siglo difícil, donde han confluido los avances tecnológicos más extraordinarios de la historia del hombre con las más atroces matanzas y guerras sin piedad; donde las desigualdades económicas se manifiestan como nunca lo hicieron: existen multitudes de seres humanos en los cinco continentes que mueren de hambre y sufren de mengua, y conviven con otros que padecen una creciente mortalidad y prevalencia de procesos signados por el exceso en el comer y el sedentarismo. Todo eso en la misma época histórica, en el mismo planeta Tierra. Nunca se habían dado tantos contrastes en la vida del hombre. Nunca se habían conjugado simultáneamente tanto avance y tanto atraso, tanto conocimiento y tanta ignorancia, tanto equilibrio mental individual y tanto desequilibrio social; en fin, nunca antes se había visto tanto amor por la humanidad como lo demuestran los grupos voluntarios a comienzos de este siglo, y tanto desamor y crueldad, lo mismo en las guerras como en la paz. Como dijo Sir Jhon Boys, primer Director General de la FAO, hace más de 50 años: “si no hay pan para todos, no puede haber pasteles para nadie”.
Dirigió la Unidad de Nutrición de la OMS de 1964 a 1974. Comentaba “Hace 30 años dejé la OMS, cuando los problemas de la malnutrición eran altamente prioritarios. Hoy la situación ha cambiado”.
A fines de la década de los años 70, cuando se reinició la época democrática en España “fui invitado por el Lehendakari Garaikoetxea para asesorar a la Consejería de Sanidad recién creada”. Fueron cuatro años de gratos recuerdos, pero regresé a Caracas para hacerme cargo de una Fundación destinada a la lucha contra el hambre, que era lo mío. En estos últimos años mi vinculación a Venezuela ha cristalizado en esa mezcla mágica de gratitud y entrega.
De nuevo en Venezuela: Fundación Cavendes
A su regreso a Caracas, se desempeña como Asesor de Política Social del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICIT) de Venezuela entre 1974 a 1980. Forma parte del grupo de profesores del curso de posgrado de Planificación Alimentaria y Nutricional en la UCV entre 1976 y 1985.
En 1983 asume la dirección Ejecutiva de la Fundación Cavendes, donde permanece hasta 1996. Al referirse a la labor de la Fundación CAVENDES afirmó “el mensaje era claro: la nutrición no es nuestra meta, es nuestro camino, a fin de lograr el desarrollo integral del venezolano. Hicimos ver a la audiencia y a la sociedad venezolana que la desnutrición y el hambre eran la emergencia silenciosa que impedía al país salir del subdesarrollo”.
La Fundación Cavendes se convierte en uno de los centros más dinámicos de investigaciones, armonización de iniciativas, de cuestionamiento de políticas, de formulaciones de propuestas para el mejoramiento de la nutrición, de publicaciones y de actividades de fortalecimiento para la formación de los profesionales de la nutrición y de educación para la población en general.
En Venezuela la historia de la nutrición se describe en dos etapas antes y después de la Fundación Cavendes. Se fueron ejecutando 40 programas para 40 problemas identificados previamente, mediante un plan concertado con distintas instituciones, fue una etapa de acuerdos y compromisos en beneficio de la nutrición del país bajo la dirección de un líder experimentado. Sus largas tertulias y reuniones con las comisiones y grupos de trabajo se convirtieron en generadores de productos que hoy forman parte de la conciencia global de la nutrición en Venezuela.
En 1987 Caracas, fue la sede del Taller Metas Nutricionales con la Universidad de las Naciones Unidas- Fundación Cavendes. Su objetivo fue “efectuar una revisión y actualización de los principios nutricionales que deben orientar la alimentación de los pueblos de la Región y, ofrecer ciertas recomendaciones que permitan a los gobiernos de América Latina elaborar e implementar guías de alimentación dirigidas a sus respectivas poblaciones”.
En colaboración con la Universidad de las Naciones Unidas (UNU), se reúnen en Caracas prestigiosos científicos latinoamericanos quienes proponen las “Metas y Guías Alimentarias para América Latina. Bases para las Guías de Alimentación”. En el entendido que las metas nutricionales son el deber ser al que debe aspirar la población y, las guías son el patrón de referencia para diseñar los programas de educación nutricional. Una de las recomendaciones más novedosa para regular el cálculo de nutrientes fue que los requerimientos de nutrientes se calcularan sobre la base de 1000 kcal.
Se publican las revistas Avances de Nutrición y Dietética (en conjunto con la Escuela de Nutrición de la Universidad Central de Venezuela) y la revista Anales Venezolanos de Nutrición (1988). En 1990 el Instituto Nacional de Nutrición (INN) y la Fundación CAVENDES, publican las Guías de Alimentación para Venezuela con el propósito de unificar el mensaje educativo en esta materia y las Guías de Alimentación del niño menor de seis años. Además en cooperación con el Centro Nacional para el Mejoramiento de la Enseñanza de la Ciencia (CENAMEC)) se diseñaron las Guías de Alimentación para la Escuela en los niveles de preescolar, básica y diversificado junto con un programa de capacitación para los docentes.
En respuesta a la crisis alimentaria de 1995, se responde con el Programa de Alimentos Estratégicos (PROAL), que significó un novedoso sistema de subsidio, con el propósito de facilitarle a los grupos de la población más pobres la adquisición de bienes esenciales para su alimentación, con el cual se logró no solo abaratar el costo de una canasta básica de alimentos de una dieta de 1700 calorías para no desnutrirse, sino también, promover la producción nacional de los alimentos, como una estrategia para el fortalecimiento de la seguridad alimentaria.
En su lobby con los niveles de gobierno, Bengoa insiste en que “la producción de alimentos debía tener como norte satisfacer las necesidades de la población, contribuyendo a mejorar la soberanía alimentaria del país, que históricamente, ha dependido de las importaciones. Se crea el Consejo Nacional de la Alimentación y se ejecuta todo un plan para normalizar la institucionalidad, entre ellos la creación de la Comisión Nacional del Codex Alimentarius y el apuntalamiento del Programa de Alimentos Estratégicos (PROAL).
Las acciones desde la Fundación Cavendes se complementan con un programa de educación nutricional denominado “Recetas Tradicionales”, dirigido a estimular el consumo de alimentos tradicionales saludables, mediante recetas y preparaciones económicas, saludables y sabrosas, coordinado con el INN.
Durante su gestión, se publican más de cuarenta libros y monografías. Es importante destacar que durante estos años, se consolidó un espacio de formación y difusión del conocimiento científico en nuestro país y en América Latina. Caracas se convirtió en la capital de la nutrición para América Latina, así lo expresaron algunos de los autores que fueron protagonistas de estos logros.
Con ocasión de la celebración del XV aniversario de la Fundación Cavendes, en un emotivo discurso señaló: “De todas las etapas vividas por mí, las dos mejores han sido sin duda, la primera en Sanare en 1938 y 1940, y la última con mi entrega a la Fundación CAVENDES durante 13 años. Pensamos que hicimos y hacemos lo que fue y es posible, nuestro reto para el futuro debe ser hacer que sea posible lo que es necesario”.
Reconocimientos al Dr. José María Bengoa
Fundación Bengoa
Durante los últimos años, dedica parte de su tiempo a apoyar las actividades de la Fundación Bengoa, su sabia orientación fue el norte que guió muchas de nuestras acciones en nutrición comunitaria y educación nutricional. Se sentía muy complacido con las actividades que venía promoviendo la Fundación y siempre estuvo con su presencia y sabiduría orientando muchas de las acciones que se ejecutaban. En la clausura de la Asamblea de 2005, emocionado por los logros de la Fundación, apeló a la sensibilidad humana con estas emotivas palabras: “Es necesario que el temblor que anima a nuestros corazones, cuando vemos el drama de niños y niñas que piden un pedazo de pan, es necesario digo, que ese temblor del corazón suba a la cabeza y ponga sus ideas y reacciones, en favor de los que sufren hambre de pan y hambre de justicia”.
Con motivo del XX Aniversario de la Fundación Bengoa, en el editorial de la revista Anales Venezolanos de Nutrición que edita la Fundación Bengoa, Andrés Carmona recordaba cómo fue el nacimiento de la Fundación Bengoa: ” corría el mes de mayo del año 2000 cuando un grupo de profesionales, reunidos en asamblea, nos dirigimos al Dr. José María Bengoa para que apadrinara, con su nombre, una naciente comunidad de intereses y principios orientada a abordar, multifactorialmente, la situación alimentaria y nutricional de los venezolanos”. José María Bengoa (1913-2010) nos alimentó con inagotables dosis de fortaleza y entusiasmo, inspirando el accionar de la Fundación Bengoa. de sus programas de nutrición comunitaria, llevando su labor ductora a los cuatro rincones del país, lo cual ha sido posible gracias al apoyo voluntario de muchas personas y empresas que han canalizado sus esfuerzos de responsabilidad social a través de la plataforma de nuestra Fundación. Al despedir a nuestro admirado Maestro, sentimos tristeza por su ausencia física, pero al mismo tiempo celebramos los logros de una vida de amplios horizontes, llena de sacrificios y signada por su constante preocupación por los niños y los problemas del hambre y la desnutrición, que es el faro que guía la labor de la Fundación.